Desde 1968, Ike tenía una fábrica de chacinados en 25 de Mayo y Caseros. El nombre “Acorad”, era la marca de sus productos, surgida de invertir el apellido Daroca, una idea de José E. Venditti.
Por esa razón, el costo fue afrontado por la empresa, un esfuerzo enorme, ya que por entonces no había recupero porque en los corsos no se cobraba entrada y los exiguos premios no compensaban la inversión.
Esa circunstancia influyó mucho en la iniciativa que dos años después Ike propusiera a Gualeguaychú.
Para su empresa, aquello significó un enorme esfuerzo y es bueno que los Gualeguaychuenses recordemos esa auténtica patriada que tanto influyó en el destino posterior de nuestro carnaval.
NACE “ACORAD”
Los inicios fueron inciertos. En procura de asesoramiento Ike recurrió a algunas personas de su confianza que enseguida se anotaron en la inquietante aventura. En Diciembre del 1975 viajó a Bs. As acompañado por Elena Taibo de Dacal y Lidia Cherbavaz de Riestra: “Acorad” estaba en marcha. Luego se contactó con Mario Fischer que puso a disposición su Teatro Arlequín para los ensayos.
La incorporación de la academia de bailes de Elena fue fundamental: por primera vez las chicas de clase media se animaron a salir en carnaval y así se dio un gran paso que le cambió la cara y la historia de esa fiesta.
Porque en principio, era impensable que niñas de clase media y alta, pertenecientes a familias tradicionales y conocidas por su actuación en otras esferas, se le animaran al corso. No fue fácil, pero el necesario consentimiento de sus mayores -que por entonces era imprescindible- pudo obtenerse por la confianza que les inspiraban los organizadores, a lo que se unía el deseo generalizado de revitalizar los corsos. También hubo que pagar otro precio: el público, habituado a un marco de la falta de urbanidad, solía ocasionar molestias a las chicas y en especial, rabietas inolvidables a Alfredo Riestra. Por ello, improvisaron un grupo de guardias de seguridad que iban a los costados de la comparsa portando largas sogas para resguardar el orden: eran los sucesores de los “diablos”. Su primera Reina -Mabel García- contribuyó con su carisma y liderazgo a romper la timidez de sus compañeras.
No fue la única novedad. Muchos creen que las comparsas subsiguientes fueron las primeras en tener canción propia. Pero la pionera fue “Acorad”. La entonaban a coro sus integrantes, como en las murgas uruguayas. La letra salió de una de las mejores plumas de Gualeguaychú: Angel Vicente Araoz y se mantiene en la memoria colectiva:
Con fantasía, luz y color, en el retumbo de su tambor
este es el canto de la ciudad; el ritmo alegre de ACORAD..
La música fue un arranque de inspiración de Tuga Díaz.
ACORAD actuó dos años: 1976 y 1977. En 1979, Ike Daroca -que ya era el primer Presidente de la nueva Comisión de Corsos- organiza la “Guardia de Honor”, que representaba al Club Náutico. Pero la gente, que simplifica, le seguía llamando Acorad.
Y aunque salió por última vez ese año, Acorad, a la que hemos llamado “la visagra de la historia” provocó un cambio profundo y provechoso en el carnaval de Gualeguaychú
En efecto, además de la innovación conceptual, que significó presentar algo distinto a las murgas tradicionales, trajo cambios institucionales en la propia organización del carnaval.
DE LA DESGRACIA AL HALLAZGO
En marzo de 1978 la mayor creciente que ha sufrido Gualeguaychú inundó la fábrica Acorad y preanunció su despedida.
Pero de la desgracia nació la idea: el gran esfuerzo pecuniario realizado, había hecho reflexionar a Ike. Y como visionario que era, se había dado cuenta por propia experiencia, que sólo con abundancia de recursos podía resurgir el esplendor de la fiesta, de lo que “Acorad” había sido sólo un atisbo. Pensó para Gualeguaychú otra forma organizativa, que permitiera a quienes presentaran espectáculos, recuperaran al menos los costos para, con esa base, elevar el nivel de las inversiones y la calidad de nuestros corsos.
En Septiembre de ese año Ike propuso la Municipalidad –a cargo de Balucho Etchebarne- una nueva forma organizativa del carnaval.
Esta idea fue bien recibida por el Intendente y su Director de Turismo Alberto Flejas. En 1978 se forma la Comisión de Carnaval en su actual estructura.
Procuraba así, posibilitar mayores inversiones. El derecho a cobrar la entrada por parte de los propios realizadores, más la exigencia a estos, de presentar algún espectáculo, fueron la combinación que abrió las puertas. Hasta entonces, sólo un Quijote como Ike, podía lanzarse a un emprendimiento de ese tipo, que le insumía 30 o 40 mil dólares. Pero a partir de 1978, con los recursos asegurados, podían planificarse mayores gastos, proyectos más ambiciosos y dar rienda suelta a la imaginación. A la acertada idea le agregó un ingrediente no menos sabio: para que no derivara en un mero negocio de particulares, que sólo pudieran participar entidades sin fines de lucro. Dieciséis de éstas se anotaron inicialmente y así se fundó la nueva organización del carnaval
Sin embargo, los resultados no aparecieron de inmediato. Para que el salto se produjera, no sólo era necesario contar con recursos. El arte, la creatividad y el buen gusto, no nacen al sólo influjo del dinero. Por el contrario, cuando éste sobra y falta talento, suelen producirse mamarrachos monumentales. Pero felizmente y casi sin advertirlo, Gualeguaychú tenía resuelto ese aspecto: contaba con un yacimiento artístico colectivo, formado a lo largo de 20 años de tradición estudiantil carrocera, que aún no había irrumpido en todo su esplendor. Faltaba ese chispazo.
Ello se fue insinuando en los años siguientes, aunque a un ritmo que preaunciaba la explosión. Y ésta vino en 1981, año que hemos denominado el gran estallido del carnaval de Gualeguaychú. Lo demás, es historia reciente.
Finalmente, una paradoja del destino: Ike se inspiró en Concordia, de donde muchos vienen ahora a admirar el “Carnaval del País”. Y él, se fue a vivir allá.
Fuente: el dia de gualeguaychu
Por esa razón, el costo fue afrontado por la empresa, un esfuerzo enorme, ya que por entonces no había recupero porque en los corsos no se cobraba entrada y los exiguos premios no compensaban la inversión.
Esa circunstancia influyó mucho en la iniciativa que dos años después Ike propusiera a Gualeguaychú.
Para su empresa, aquello significó un enorme esfuerzo y es bueno que los Gualeguaychuenses recordemos esa auténtica patriada que tanto influyó en el destino posterior de nuestro carnaval.
NACE “ACORAD”
Los inicios fueron inciertos. En procura de asesoramiento Ike recurrió a algunas personas de su confianza que enseguida se anotaron en la inquietante aventura. En Diciembre del 1975 viajó a Bs. As acompañado por Elena Taibo de Dacal y Lidia Cherbavaz de Riestra: “Acorad” estaba en marcha. Luego se contactó con Mario Fischer que puso a disposición su Teatro Arlequín para los ensayos.
La incorporación de la academia de bailes de Elena fue fundamental: por primera vez las chicas de clase media se animaron a salir en carnaval y así se dio un gran paso que le cambió la cara y la historia de esa fiesta.
Porque en principio, era impensable que niñas de clase media y alta, pertenecientes a familias tradicionales y conocidas por su actuación en otras esferas, se le animaran al corso. No fue fácil, pero el necesario consentimiento de sus mayores -que por entonces era imprescindible- pudo obtenerse por la confianza que les inspiraban los organizadores, a lo que se unía el deseo generalizado de revitalizar los corsos. También hubo que pagar otro precio: el público, habituado a un marco de la falta de urbanidad, solía ocasionar molestias a las chicas y en especial, rabietas inolvidables a Alfredo Riestra. Por ello, improvisaron un grupo de guardias de seguridad que iban a los costados de la comparsa portando largas sogas para resguardar el orden: eran los sucesores de los “diablos”. Su primera Reina -Mabel García- contribuyó con su carisma y liderazgo a romper la timidez de sus compañeras.
No fue la única novedad. Muchos creen que las comparsas subsiguientes fueron las primeras en tener canción propia. Pero la pionera fue “Acorad”. La entonaban a coro sus integrantes, como en las murgas uruguayas. La letra salió de una de las mejores plumas de Gualeguaychú: Angel Vicente Araoz y se mantiene en la memoria colectiva:
Con fantasía, luz y color, en el retumbo de su tambor
este es el canto de la ciudad; el ritmo alegre de ACORAD..
La música fue un arranque de inspiración de Tuga Díaz.
ACORAD actuó dos años: 1976 y 1977. En 1979, Ike Daroca -que ya era el primer Presidente de la nueva Comisión de Corsos- organiza la “Guardia de Honor”, que representaba al Club Náutico. Pero la gente, que simplifica, le seguía llamando Acorad.
Y aunque salió por última vez ese año, Acorad, a la que hemos llamado “la visagra de la historia” provocó un cambio profundo y provechoso en el carnaval de Gualeguaychú
En efecto, además de la innovación conceptual, que significó presentar algo distinto a las murgas tradicionales, trajo cambios institucionales en la propia organización del carnaval.
DE LA DESGRACIA AL HALLAZGO
En marzo de 1978 la mayor creciente que ha sufrido Gualeguaychú inundó la fábrica Acorad y preanunció su despedida.
Pero de la desgracia nació la idea: el gran esfuerzo pecuniario realizado, había hecho reflexionar a Ike. Y como visionario que era, se había dado cuenta por propia experiencia, que sólo con abundancia de recursos podía resurgir el esplendor de la fiesta, de lo que “Acorad” había sido sólo un atisbo. Pensó para Gualeguaychú otra forma organizativa, que permitiera a quienes presentaran espectáculos, recuperaran al menos los costos para, con esa base, elevar el nivel de las inversiones y la calidad de nuestros corsos.
En Septiembre de ese año Ike propuso la Municipalidad –a cargo de Balucho Etchebarne- una nueva forma organizativa del carnaval.
Esta idea fue bien recibida por el Intendente y su Director de Turismo Alberto Flejas. En 1978 se forma la Comisión de Carnaval en su actual estructura.
Procuraba así, posibilitar mayores inversiones. El derecho a cobrar la entrada por parte de los propios realizadores, más la exigencia a estos, de presentar algún espectáculo, fueron la combinación que abrió las puertas. Hasta entonces, sólo un Quijote como Ike, podía lanzarse a un emprendimiento de ese tipo, que le insumía 30 o 40 mil dólares. Pero a partir de 1978, con los recursos asegurados, podían planificarse mayores gastos, proyectos más ambiciosos y dar rienda suelta a la imaginación. A la acertada idea le agregó un ingrediente no menos sabio: para que no derivara en un mero negocio de particulares, que sólo pudieran participar entidades sin fines de lucro. Dieciséis de éstas se anotaron inicialmente y así se fundó la nueva organización del carnaval
Sin embargo, los resultados no aparecieron de inmediato. Para que el salto se produjera, no sólo era necesario contar con recursos. El arte, la creatividad y el buen gusto, no nacen al sólo influjo del dinero. Por el contrario, cuando éste sobra y falta talento, suelen producirse mamarrachos monumentales. Pero felizmente y casi sin advertirlo, Gualeguaychú tenía resuelto ese aspecto: contaba con un yacimiento artístico colectivo, formado a lo largo de 20 años de tradición estudiantil carrocera, que aún no había irrumpido en todo su esplendor. Faltaba ese chispazo.
Ello se fue insinuando en los años siguientes, aunque a un ritmo que preaunciaba la explosión. Y ésta vino en 1981, año que hemos denominado el gran estallido del carnaval de Gualeguaychú. Lo demás, es historia reciente.
Finalmente, una paradoja del destino: Ike se inspiró en Concordia, de donde muchos vienen ahora a admirar el “Carnaval del País”. Y él, se fue a vivir allá.
Fuente: el dia de gualeguaychu
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