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Página I 12
Rosario 12 17 / 06 / 2020
En la víspera del 20 de Junio de 1993, como acto preparatorio de la celebración del Día de la Bandera que, como todos sabemos, honra la memoria del General Manuel Belgrano en el día de su fallecimiento acaecido el 20 de Junio de 1820, la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario preparaba, al igual que todos los años, su función de gala.
Me tocaba en esos tiempos ocupar la
Dirección General de Música de la Provincia, y en el marco de esas
responsabilidades, gestionar los organismos artísticos y opinar acerca de la
programación.
Como corresponde, las orquestas tocan
en estos conciertos tanto el Himno Nacional como alguna otra obra alusiva.
Además, si fuera necesario, se invitan cantantes que por lo general (por no
decir siempre) pertenecen al género lírico.
https://www.youtube.com/watch?v=yGTEFwfLnY4&feature=youtu.be
Algunos meses antes, comencé a pensar
que repetir esa fórmula no expresaba el devenir de los tiempos. Habían
transcurrido diez años de Democracia y, con el respeto y los cuidados del caso,
había que indagar nuevas soluciones entendiendo que la “programación” de los
organismos, es el último eslabón en la cadena de la Política Cultural. La
programación no es aséptica ni inocente. A partir de allí, todo es gestión.
Consulté esta idea con la Dirección
de la Orquesta a cargo del maestro Miguel Gilardi y también con integrantes del
organismo. Pensaba que podríamos abordar dos obras de nuestro repertorio
patriótico no sometidas a versiones oficiales, e intentar nuevos arreglos y
orquestaciones que nos alejaran de la sonoridad propia de las bandas militares.
La voz para esas versiones, por el indiscutible talento del artísta, su
“rosarinidad”, y su impecable afinación, debía ser Juan Carlos Baglietto.
No fue fácil. Para orquestas muy especializadas
en repertorios clásico – románticos, para entornos, amigos, opinadores y
seguidores de estas orquestas, muy centroeuropeos en sus gustos, parecía que la
propuesta constituía un pecado imperdonable. Comencé a percibir un “choque”
cultural entre el proyecto y cierto conservadurismo ambiental.
Afortunadamente, mis superiores
acompañaron la iniciativa y, muy especialmente, la dirección entendió que el
“protocolo” era seguro y acompañó amablemente. Función de gala. Sería un
Concierto de la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario con Baglietto como
invitado. Compartiría el programa con la Obertura “Romeo y Julieta” de Piotr
Ilich Chaikovski. Toda una negociación.
Juan nunca había cantado con orquesta
y fue la primera vez que una orquesta tocó arreglos con cantante popular estos
repertorios.
¿Los arreglos? No había. Teníamos que
escribirlos y para ello encontrar alguien con talento, formación académica y
mucho “swing”. Gracias a la intermediación de mi Maestra de Pedagogía Musical,
Violeta de Gainza, logré ubicar a Leo Sujatovich, alumno de piano de Violeta
que por esos tiempos militaba en el rock nacional. Su adhesión al proyecto fue
inmediata y su emoción también.
Luego, Baglietto. Con Juan, de
entrada, todo bien. Pero tenía dificultades con la fecha. Sucede que pensábamos
hacer un videoclip con una de las obras y él, para esa fecha, estaría en Los
Ángeles cumpliendo compromisos de trabajo. Por lo tanto, tenía cantante para el
concierto pero no para la grabación.
¿Cómo hicimos? Leo escribió los
arreglos y los grabó en formato MIDI. Baglietto viajó con esa grabación y puso
la voz en un estudio de Los Ángeles, su manager lo trajo y así ya teníamos su
voz.
Luego Leo vino a Rosario con su
“click” para ensayar con la orquesta. En el mismo día grabamos música y video
con su director Miguel Gilardi y Leo, pero sin Juan. Leo llevó la grabación a
su estudio en Buenos Aires donde ya tenía la voz de Juan. Editó y nos envió el
audio para la producción audiovisual que estuvo a cargo de alumnos de la
Escuela Provincial de Cine.
Así se producía en tiempos en que no
había Internet ni telefonía celular.
De este modo llegamos al día del
concierto. Baglietto llegó con lo justo. Ensayo general y arriba el telón.
Antes de cerrar esta historia, debo
hacer algunas consideraciones acerca de las obras elegidas: “Saludo a la
Bandera” y “Marcha Mi Bandera”.
Dice León Benarós: “Leopoldo
Corretjer: del Saludo a la Bandera al tango compadrón”. Efectivamente, Leopoldo
Corretjer fue autor de letra y música del Saludo a la Bandera, esa canción que
hemos cantado en la escuela primaria y que se inicia diciendo: “Salve Argentina
bandera azul y blanca”. Lo curioso es que Corretjer no era argentino sino
catalán, nacido en Barcelona en 1862 y que halló entre nosotros una patria
adoptiva a la que le cantó con unción. Se radicó en Buenos Aires en 1887 y ganó
una plaza de profesor de música, por concurso, en el Consejo Nacional de
Educación. También fue inspector de música en las escuelas de la Capital
Federal.
El otro dato curioso y poco
difundido, es que este profesor de Armonía y director de coros (se afirma que,
para las fiestas del Centenario de la Revolución de Mayo, dirigió en la Plaza
del Congreso, frente al Congreso de la Nación, un increíble coro infantil que
se dice sumaba treinta mil voces), fue un inspirado compositor de tangos en
tiempos en que esta música era mirada con desdén y desprecio por las elites
culturales.(Lugones lo había llamado «reptil de lupanar»). “Don Viruta y
Chicharrón”, “El afilador”, “La Razón”, “Mate a medias”, “Mi negra” y “Apuntá
pa' otro lao” se destacan entre los títulos de su obra tanguera.
De modo tal que, un extranjero
compositor de tangos fue quien puso letra y música no sólo al “Saludo a la
Bandera”, sino que también compuso el Himno a Sarmiento. Y por mi iniciativa la
Orquesta Sinfónica Provincial con la voz de Juan Baglietto la entonaría en el
Teatro El Círculo de Rosario. Así fue.
La otra obra fue la “Marcha, Mi
Bandera”(o “A mi Bandera”): la marcha de los dos Juanes. Música de Juan
Imbroisi, letra de Juan Chassaing. Imbroisi tampoco era argentino, al igual que
Corretjer. Era italiano, nacido en Paola en 1866. Pero le puso música a la
bandera argentina e integró los cuadros del Ejército argentino como maestro de
la banda del Regimiento 7 de Infantería. La marcha fue cantada por primera vez
por los soldados en Campo de Mayo, a fines de 1906. Chassaing nació en Buenos
Aires, el 15 de julio de 1839 y tuvo una agitada existencia. Se recibió de
abogado en 1862, fue soldado, periodista y parlamentario.
Por lo tanto, Baglietto no
interpretaría dos obras signadas por el preciosismo literario o el verismo
italiano, sino que el valor simbólico de las mismas nos remitía al nudo de la
historia argentina de fines del siglo XIX y comienzos del XX durante el cual se
funda el Estado nacional sobre el modelo de la generación del ´80.
Volviendo al concierto. Pocas veces
durante mis doce años como funcionario en áreas de cultura del gobierno
provincial fui tan buscado por la prensa rosarina. La versión de Baglietto fue
excepcional. Todos pedían copias. A las tradicionales versiones con voces
líricas, Juan le agregó proximidad, una respiración natural y la blandura
imprescindible para llegar al corazón de los grandes públicos, como es su
costumbre.
El concierto fue muy extraño. La
mitad del teatro era hincha de Baglietto. La otra mitad, de Chaikovski. Todavía
recuerdo la cara de algunos conspicuos opinadores del entorno sinfónico cuando
sonaron los primeros acordes escritos por Sujatovich, un rockero. Creo que esa
noche más de uno tuvo dificultades para conciliar el sueño. Fue un acto de
profunda reflexión. Hubo allí un debate cultural sin palabras. Sólo música y
muchísima emoción compartida.
Quedó en mi poder, además de un
imborrable recuerdo que siempre agradeceré a la orquesta, a Juan, Leo y el
Maestro Gilardi, un viejo cassette con el audio grabado para el videoclip con
el Saludo a la Bandera y los MIDI de Sujatovich, y un par de fotos.
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