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La Capital
- Opinión – Cultura
01 / 02 / 2021
Pandemia. El atípico 2020 dejó varios
efectos no deseados en el rubro espectáculos.
Desde el 10 de diciembre de 1989 con
la asunción de Héctor Cavallero como intendente de la ciudad en representación
de la Unidad Socialista, la gestión municipal trabajó intensamente en la
consolidación de un modelo cultural con impronta progresista basado en el
paradigma de los servicios públicos de cultura.
Sus prestaciones, como también la
infraestructura, fueron creciendo sistemáticamente desde el centro a la
periferia de la ciudad y al mismo tiempo también crecieron de modo exponencial la
planta de personal estable y los presupuestos asignados.
Las tareas encaradas fueron de menor
a mayor y lo que comenzó con timidez sumando actuaciones a los actos oficiales,
desde la inauguración de un semáforo hasta la tradicional Semana de la Bandera,
alcanzó niveles de alta sofisticación y una multiplicación que cubrió todo el
territorio municipal a través de los distritos.
El proceso no fue lineal ni faltaron
tampoco fracasos y efectos negativos o “no deseados” de esta política. La mayor
debilidad se situó en los costos de tal elección. La secretaría poco a poco se
fue convirtiendo en una agencia estatal que para funcionar y promover los altos
objetivos de sus agendas debió apelar cada vez más a enormes presupuestos y, en
honor a la verdad, el socialismo nunca escatimó los recursos.
Pero debemos poner la atención en los
efectos “no deseados” del modelo.
1.- Rosario, históricamente, se
caracterizó por tener una intensa actividad cultural y de entretenimientos de
la mano de las iniciativas privadas, tanto en la versión comercial
(productores, empresarios, gestores individuales) como por la acción de
instituciones sociales. Al respecto, y con el título “Los números no cantan”,
en abril de 2013, La Capital publicó un estudio con números vinculados al tamaño
de esa red sobre fines de los años 60. Los artistas rosarinos encontraron en
esa trama social un estándar profesional y laboral que les permitió organizar
su economía y vivir dignamente, al mismo tiempo que buscar mejores
oportunidades en otros destinos. Así, aun hoy, encontramos gran cantidad de
artistas rosarinos profesionales instalados en distintos lugares del mundo.
2.- Por supuesto que la violenta
irrupción del Estado municipal en este escenario dañó sensiblemente esa
organización basada en la solidaridad social y la integración de esfuerzos
hasta que, al día de hoy, lo que no hace el Estado, no existe. Se estatizó la
actividad.
3.- Otro efecto “no deseado” tiene
que ver con las debilidades intrínsecas del modelo. Nadie asumió las alertas y
cuando llegó el 2001, todo ese andamiaje “espectacular” sucumbió en pocos días.
El municipio bajó las persianas y Rosario tuvo ofertas por la rápida acción de
los actores privados. Al respecto, y a modo de homenaje a ese grupo de
corajudos gestores culturales independientes, publiqué una breve investigación
en La Capital, en julio de 2019, titulado “Políticas culturales en tiempos de
default”.
4.- La última manifestación de esas
debilidades la tenemos hoy frente a nosotros. “La gravedad de la situación
económica actual es una conjunción de lo que ha pasado este año, con el serio
deterioro financiero con el que asumió en diciembre de 2019 esta administración
municipal, que tuvo que enfrentar un fuerte déficit y un alto grado de
endeudamiento de las cuentas públicas”. Con estas palabras el intendente Pablo
Javkin remitió el presupuesto 2021 al Concejo municipal. Parte del “deterioro
financiero” y el “fuerte déficit” también tiene un componente del modelo
cultural.
Solamente en contratos representados
por el Sindicato de Músicos de Rosario, la gestión Mónica Fein/Guillermo Ríos
dejó una deuda de casi 7 millones de pesos con ejecutantes musicales. Habría
que sumar las deudas con actores y representantes de otras disciplinas
artísticas, como también monotributistas y proveedores de servicios técnicos,
con lo cual la cifra se multiplica notablemente.
Y continúa Javkin: “El impacto de los
servicios de la deuda y los intereses llegaron a representar un 11% del
presupuesto 2020. Por ello, la gestión del endeudamiento y su saneamiento
constituyó una de las actividades principales de la gestión financiera durante
2020, logrando reprogramar unos 3.400 millones de pesos de vencimientos del
ejercicio, mejorando el perfil y las condiciones con acreedores públicos y
privados”. Lo que no sabemos es si dentro de esa reprogramación está la deuda
con los proveedores de la Secretaría de Cultura.
Tiene razón la secretaria de Cultura,
Carina Cabo, cuando sostiene que “los artistas constituyen un área y un sector
productivo muy fuerte que siempre tuvo fragilidad laboral”. Lo que omite decir
o lisa y llanamente desconoce es que esa fragilidad laboral más que a la
naturaleza del sector se debe a la inmoralidad de los “fragilizadores”.
2020 es un agujero impresentable en
la gestión de la Secretaría de Cultura municipal. Artistas que en enero de 2020
actuaron, aún no han cobrado sus contratos y cuando lo hagan recibirán un monto
muy inferior producto de la inflación. Entre tanto, la planta de
funcionarios, administradores y
gestores, el alma del proyecto progresista, ha percibido sus haberes en tiempo
y forma, entre ellos, la secretaria fragilizadora.
A modo de conclusión:
1.- Deberían los funcionarios hablar
claro de estos temas en lugar de intentar tapar la realidad comunicando agendas
de verano.
2.- Debería el municipio “moralizar”
la deuda lanzando una urgente “convocatoria de acreedores” para negociar la
actualización de los montos y establecer un cronograma de pagos cierto.
3.- Debería la Secretaría de Cultura
proponer un plan de transición entre el Estado municipal omnipotente y esta
nueva versión del Estado municipal en retirada.
4.- Debería el Ejecutivo municipal
proponer con urgencia un proyecto de ordenanza de espectáculos públicos que
incluya la regularización de la nocturnidad y los clubes culturales.
5.- Debería el intendente reflexionar
acerca de las fortalezas y capacidades del actual equipo de Cultura para
afrontar esta crisis que él tan bien describe.
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