miércoles, 2 de marzo de 2022

La fragilidad laboral del sector cultural

 

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La Capital  -  Opinión – Cultura

01 / 02 / 2021

Pandemia. El atípico 2020 dejó varios efectos no deseados en el rubro espectáculos.

 

Desde el 10 de diciembre de 1989 con la asunción de Héctor Cavallero como intendente de la ciudad en representación de la Unidad Socialista, la gestión municipal trabajó intensamente en la consolidación de un modelo cultural con impronta progresista basado en el paradigma de los servicios públicos de cultura.

Sus prestaciones, como también la infraestructura, fueron creciendo sistemáticamente desde el centro a la periferia de la ciudad y al mismo tiempo también crecieron de modo exponencial la planta de personal estable y los presupuestos asignados.

Las tareas encaradas fueron de menor a mayor y lo que comenzó con timidez sumando actuaciones a los actos oficiales, desde la inauguración de un semáforo hasta la tradicional Semana de la Bandera, alcanzó niveles de alta sofisticación y una multiplicación que cubrió todo el territorio municipal a través de los distritos.

El proceso no fue lineal ni faltaron tampoco fracasos y efectos negativos o “no deseados” de esta política. La mayor debilidad se situó en los costos de tal elección. La secretaría poco a poco se fue convirtiendo en una agencia estatal que para funcionar y promover los altos objetivos de sus agendas debió apelar cada vez más a enormes presupuestos y, en honor a la verdad, el socialismo nunca escatimó los recursos.

 

Pero debemos poner la atención en los efectos “no deseados” del modelo.

1.- Rosario, históricamente, se caracterizó por tener una intensa actividad cultural y de entretenimientos de la mano de las iniciativas privadas, tanto en la versión comercial (productores, empresarios, gestores individuales) como por la acción de instituciones sociales. Al respecto, y con el título “Los números no cantan”, en abril de 2013, La Capital publicó un estudio con números vinculados al tamaño de esa red sobre fines de los años 60. Los artistas rosarinos encontraron en esa trama social un estándar profesional y laboral que les permitió organizar su economía y vivir dignamente, al mismo tiempo que buscar mejores oportunidades en otros destinos. Así, aun hoy, encontramos gran cantidad de artistas rosarinos profesionales instalados en distintos lugares del mundo.

2.- Por supuesto que la violenta irrupción del Estado municipal en este escenario dañó sensiblemente esa organización basada en la solidaridad social y la integración de esfuerzos hasta que, al día de hoy, lo que no hace el Estado, no existe. Se estatizó la actividad.

3.- Otro efecto “no deseado” tiene que ver con las debilidades intrínsecas del modelo. Nadie asumió las alertas y cuando llegó el 2001, todo ese andamiaje “espectacular” sucumbió en pocos días. El municipio bajó las persianas y Rosario tuvo ofertas por la rápida acción de los actores privados. Al respecto, y a modo de homenaje a ese grupo de corajudos gestores culturales independientes, publiqué una breve investigación en La Capital, en julio de 2019, titulado “Políticas culturales en tiempos de default”.

4.- La última manifestación de esas debilidades la tenemos hoy frente a nosotros. “La gravedad de la situación económica actual es una conjunción de lo que ha pasado este año, con el serio deterioro financiero con el que asumió en diciembre de 2019 esta administración municipal, que tuvo que enfrentar un fuerte déficit y un alto grado de endeudamiento de las cuentas públicas”. Con estas palabras el intendente Pablo Javkin remitió el presupuesto 2021 al Concejo municipal. Parte del “deterioro financiero” y el “fuerte déficit” también tiene un componente del modelo cultural.

 

Solamente en contratos representados por el Sindicato de Músicos de Rosario, la gestión Mónica Fein/Guillermo Ríos dejó una deuda de casi 7 millones de pesos con ejecutantes musicales. Habría que sumar las deudas con actores y representantes de otras disciplinas artísticas, como también monotributistas y proveedores de servicios técnicos, con lo cual la cifra se multiplica notablemente.

Y continúa Javkin: “El impacto de los servicios de la deuda y los intereses llegaron a representar un 11% del presupuesto 2020. Por ello, la gestión del endeudamiento y su saneamiento constituyó una de las actividades principales de la gestión financiera durante 2020, logrando reprogramar unos 3.400 millones de pesos de vencimientos del ejercicio, mejorando el perfil y las condiciones con acreedores públicos y privados”. Lo que no sabemos es si dentro de esa reprogramación está la deuda con los proveedores de la Secretaría de Cultura.

Tiene razón la secretaria de Cultura, Carina Cabo, cuando sostiene que “los artistas constituyen un área y un sector productivo muy fuerte que siempre tuvo fragilidad laboral”. Lo que omite decir o lisa y llanamente desconoce es que esa fragilidad laboral más que a la naturaleza del sector se debe a la inmoralidad de los “fragilizadores”.

2020 es un agujero impresentable en la gestión de la Secretaría de Cultura municipal. Artistas que en enero de 2020 actuaron, aún no han cobrado sus contratos y cuando lo hagan recibirán un monto muy inferior producto de la inflación. Entre tanto, la planta de

funcionarios, administradores y gestores, el alma del proyecto progresista, ha percibido sus haberes en tiempo y forma, entre ellos, la secretaria fragilizadora.

 

A modo de conclusión:

1.- Deberían los funcionarios hablar claro de estos temas en lugar de intentar tapar la realidad comunicando agendas de verano.

2.- Debería el municipio “moralizar” la deuda lanzando una urgente “convocatoria de acreedores” para negociar la actualización de los montos y establecer un cronograma de pagos cierto.

3.- Debería la Secretaría de Cultura proponer un plan de transición entre el Estado municipal omnipotente y esta nueva versión del Estado municipal en retirada.

4.- Debería el Ejecutivo municipal proponer con urgencia un proyecto de ordenanza de espectáculos públicos que incluya la regularización de la nocturnidad y los clubes culturales.

5.- Debería el intendente reflexionar acerca de las fortalezas y capacidades del actual equipo de Cultura para afrontar esta crisis que él tan bien describe.

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