En la víspera del 20 de Junio de 1993, como acto preparatorio de la celebración del Día de la Bandera que, como todos sabemos, honra la memoria del General Manuel Belgrano en el día de su fallecimiento acaecido el 20 de Junio de 1820, la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario preparaba, al igual que todos los años, su función de gala.
Me tocaba en
esos tiempos ocupar la Dirección General de Música de la Provincia, y en el
marco de esas responsabilidades, gestionar los organismos artísticos y opinar
acerca de la programación.
Como
corresponde, las orquestas tocan en estos conciertos tanto el Himno Nacional
como alguna otra obra alusiva. Además, si fuera necesario, se invitan cantantes
que por lo general (por no decir siempre) pertenecen al género lírico.
Algunos meses
antes, comencé a pensar que repetir esa fórmula no expresaba el devenir de los
tiempos. Habían transcurrido diez años de Democracia y, con el respeto y los
cuidados del caso, había que indagar nuevas soluciones entendiendo que la “programación” de los organismos es el
último eslabón en la cadena de la Política Cultural. La programación no es
aséptica ni inocente. A partir de allí, todo es gestión.
Consulté esta
idea con la Dirección de la Orquesta a cargo del maestro Miguel Gilardi y
también con integrantes del organismo. Pensaba que podríamos abordar dos obras
de nuestro repertorio patriótico no sometidas a versiones oficiales, e intentar
nuevos arreglos y orquestaciones que nos alejaran de la sonoridad propia de las
bandas militares. La voz para esas versiones, por el indiscutible talento del artista,
su “rosarinidad”, y su impecable afinación, debía ser Juan Carlos Baglietto.
No fue fácil. Para orquestas muy especializadas en repertorios
clásico – románticos, para entornos, amigos, opinadores y seguidores de estas
orquestas, muy centroeuropeos en sus gustos, parecía que la propuesta
constituía un pecado imperdonable. Comencé a percibir un “choque” cultural
entre el proyecto y cierto conservadurismo ambiental.
Afortunadamente,
mis superiores acompañaron la iniciativa y, muy especialmente, la dirección
entendió que el “protocolo” era seguro y acompañó amablemente. Sería un
Concierto de la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario con Baglietto como
invitado. Compartiría el programa con la Obertura “Romeo y Julieta” de Piotr
Ilich Chaikovski. Toda una negociación.
Los arreglos. No
había. Teníamos que escribirlos y para ello encontrar alguien con talento,
formación académica y mucho “swing”. Gracias a la intermediación de mi Maestra
de Pedagogía Musical, Violeta de Gainza, logré ubicar a Leo Sujatovich, alumno
de piano de Violeta que por esos tiempos militaba en el rock nacional. Su
adhesión al proyecto fue inmediata y su emoción también.
Luego,
Baglietto. Con Juan, de entrada, todo bien. Pero tenía dificultades con la
fecha. Sucede que pensábamos hacer un videoclip con una de las obras y él, para
esa fecha, estaría en Los Ángeles (EEUU) cumpliendo compromisos de trabajo. Por
lo tanto, tenía cantante para el concierto pero no para la grabación.
Cómo hicimos:
Leo escribió los arreglos y los grabó en formato MIDI. Baglietto viajó con esa
grabación y puso la voz en un estudio de Los Ángeles, su manager lo trajo y así
ya teníamos su voz.
Luego Leo vino a
Rosario con su “click” para ensayar con la orquesta. En el mismo día grabamos música
y video con su director Miguel Gilardi y Leo, pero sin Juan. Leo llevó la
grabación a su estudio en Buenos Aires donde ya tenía la voz de Juan. Editó y
nos envió el audio para la producción audiovisual que estuvo a cargo de alumnos
de la Escuela Provincial de Cine.
Así se producía en tiempos en que no había Internet ni
telefonía celular.
De este modo
llegamos al día del concierto. Baglietto llegó con lo justo. Ensayo general y
arriba el telón.
Antes de cerrar
esta historia, debo hacer algunas consideraciones acerca de las obras elegidas:
“Saludo a la Bandera” y “Marcha Mi Bandera”.
Dice León
Benarós: “Leopoldo Corretjer: del Saludo a la Bandera al tango compadrón”.
Efectivamente,
Leopoldo Corretjer fue autor de letra y música del Saludo a la Bandera, esa
canción que hemos cantado en la escuela primaria y que se inicia diciendo:
“Salve Argentina bandera azul y blanca”. Lo curioso es que Corretjer no era
argentino sino catalán, nacido en Barcelona en 1862 y que halló entre nosotros
una patria adoptiva a la que le cantó con unción. Se radicó en Buenos Aires en
1887 y ganó una plaza de profesor de música, por concurso, en el Consejo
Nacional de Educación. También fue inspector de música en las escuelas de la
Capital Federal.
El otro dato
curioso y poco difundido, es que este profesor de Armonía y director de coros
(se afirma que, para las fiestas del Centenario de la Revolución de Mayo,
dirigió en la Plaza del Congreso, frente al Congreso de la Nación, un increíble
coro infantil que se dice sumaba treinta mil voces), fue un inspirado
compositor de tangos en tiempos en que esta música era mirada con desdén y
desprecio por las elites culturales (Lugones lo había llamado «reptil de
lupanar»). “Don Viruta y Chicharrón”, “El afilador”, “La Razón”, “Mate a
medias”, “Mi negra” y “Apuntá pa' otro lao” se destacan entre los títulos de su
obra tanguera.
De modo tal que,
un extranjero compositor de tangos fue quien puso letra y música no sólo al
“Saludo a la bandera”, sino que también compuso el Himno a Sarmiento. Y por mi
iniciativa la Orquesta Sinfónica Provincial con la voz de Juan Baglietto la
entonaría en el Teatro El Círculo de Rosario. Así fue.
La otra obra fue
la “Marcha, Mi Bandera”(o “A mi Bandera”): la marcha de los dos Juanes.
Música de Juan
Imbroisi, letra de Juan Chassaing.
Imbroisi tampoco
era argentino, al igual que Corretjer. Era italiano, nacido en Paola en 1866.
Pero le puso música a la bandera argentina e integró los cuadros del Ejército
argentino como maestro de la banda del Regimiento 7 de Infantería. La marcha
fue cantada por primera vez por los soldados en Campo de Mayo, a fines de 1906.
Chassaing nació
en Buenos Aires, el 15 de julio de 1839 y tuvo una agitada existencia. Se
recibió de abogado en 1862, fue soldado, periodista y parlamentario.
Por lo tanto,
Baglietto no interpretaría dos obras signadas por el preciosismo literario o el
verismo italiano, sino que el valor simbólico de las mismas nos remitía al nudo
de la historia argentina de fines del siglo XIX y comienzos del XX durante el
cual se funda el Estado nacional sobre el modelo de la generación del ´80.
Volviendo al
concierto. Pocas veces durante mis doce años como funcionario en áreas de
cultura del gobierno provincial fui tan buscado por la prensa rosarina. La
versión de Baglietto fue excepcional. Todos pedían copias. A las tradicionales
versiones con voces líricas, Juan le agregó proximidad, una respiración natural
y la blandura imprescindible para llegar al corazón de los grandes públicos,
como es su costumbre.
El concierto fue muy extraño. La mitad del teatro era
hincha de Baglietto. La otra mitad, de Chaikovski.
Todavía recuerdo la cara de algunos conspicuos opinadores del entorno sinfónico
cuando sonaron los primeros acordes escritos por Sujatovich, un rockero. Creo que esa noche más de uno tuvo
dificultades para conciliar el sueño. Fue
un acto de profunda reflexión. Hubo allí un debate cultural sin palabras. Sólo
música y muchísima emoción compartida.
Quedó en mi
poder, además de un imborrable recuerdo que siempre agradeceré a la orquesta, a
Juan, Leo y el Maestro Gilardi, un viejo cassette con el audio grabado para el
videoclip con el Saludo a la bandera y los MIDI de Sujatovich, y un par de fotos
que comparto con ustedes.
"Saludo a la Bandera" O.S.P.R Director Mtro. M. Gilardi Juan Carlos Baglietto Leo Sujatovich
Marcha Mi Bandera" Juan Carlos Baglietto Leo Sujatovich
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